El empresario italiano que perdió la vida defendiendo el título mundial de motonáutica en 1990, cumpliría 58 años el día de hoy. Aquí recordamos su historia de amor con la princesa Carolina de Mónaco.
«Stefano Casiraghi, esposo de la princesa Carolina de Mónaco, murió ayer, al volear el intraborda que tripulaba, en un accidente motonáutico registrado durante la segunda manga del Campeonato del Mundo de offshore, disputado en aguas del Principado», informaba El País hace 18 años. El esposo de la princesa Carolina de Mónaco falleció al intentar sortear una ola en su embarcación.
Cuando murió Stefano, él y Carolina de Mónaco solo llevaban 7 años de casados pero ya tenían tres hijos: Pierre, Andrea y Charlotte. Según Vanity Fair, ese día «la felicidad de Carolina de Mónaco, de su familia, y del Principado entero voló en mil pedazos».
Empresario y deportista
Hijo de Giancarlo Casiraghi y Fernanda Biffi, el italiano Stefano Casiraghi era un heredero multimillonario cuando conoció a Carolina de Mónaco. A lo largo de su vida, estuvo involucrado en las empresas de bienes raíces y exportación minorista de la empresa familiar que su padre había construido.
En paralelo a su vida profesional, Casiraghi fue deportista en competiciones de embarcaciones náuticas de alta velocidad, afición que no era compartida del todo por su esposa, ya que eran extremadamente peligrosas. De hecho, la causa de su muerte fue un accidente a bordo de su embarcación Pinot di Pinot.
Romance real
Para varias personas, Stefano fue el gran amor de la princesa de Mónaco. Ambos se conocieron en el verano de 1983, solo un año después de la muerte de su madre, Grace Kelly, quien falleció en un accidente automovilístico.
Carolina de Mónaco venía superando la muerte de su madre y la disolución de su primer matrimonio, cuando conoció a Stefano a través de unos amigos en común. Se casaron seis meses después de conocerse. La princesa ya estaba embarazada. «Las últimas fotografías oficiales de Carolina con Stefano Casiraghi ofrecen la imagen de felicidad propia de dos jóvenes enamorados en puertas de su matrimonio», contó El País un día antes del enlace nupcial.
El 8 de junio de 1984 nació su primer hijo, Andrea Casiraghi, en Mónaco. «Tanto el niño como su madre se encuentran bien», declaró el médico jefe del equipo que atendió a la princesa, el doctor Hervé. A los dos años, llegó Charlotte a incrementar la felicidad de la familia.
Según cuenta Vanity Fair, Carolina de Mónaco aún seguía casada con Philippe Junot por la iglesia, ya que no le fue fácil conseguir la nulidad eclesiástica. Recién en 1993, gracias a un decreto de Juan Pablo II, los dos hijos de la pareja fueron considerados legítimos y pasaron a las filas de sucesión al trono.
Últimos años
El último hijo de la pareja, Pierre Casiraghi, nació en 1987, solo tres años antes del fallecimiento de su padre. La familia era una estampa perfecta hasta que el 3 de octubre de 1990 todo cambió para siempre. «Después de la muerte de Grace, este segundo gran golpe de la vida fue el definitivo fin de la inocencia para Carolina (y la familia)», explica Vanity Fair sobre el impacto de la muerta de Stefano.
A raíz de la muerte de su esposo, la princesa vivió un periodo de reclusión en Saint-Rémy, una pequeña localidad de la Provenza. Según Europa Press, la princesa vivió dos años aquí junto a sus hijos. Recién en 1992, la princesa Carolina reapareció fuera de Mónaco en la Expo 92 que se realizó en Sevilla. Tras el fallecimiento de Stefano, el actor francés Vincent Lindon fue su pareja: se retiró a vivir con ella en Saint-Rémy y la ayudó a criar a los niños Casiraghi hasta 1995.
Carolina se volvió a casar en 1999, esta vez con Ernesto Augusto de Hannover, el príncipe más famoso de Alemania. Como se sabe, Ernesto es padre del príncipe Christian de Hannover, esposo de la peruana Alessandra de Osma. Aunque legalmente la pareja aún continúa casada, ambos están separados debido a los fuertes problemas de alcoholismo que rodean al jefe de la Casa Real de Hannover.
Hoy en día, la princesa de Mónaco vive lejos de los escándalos. Aparentemente, la figura de Stefano Casiraghi fue vital en su vida y ningún otro hombre ha podido ocupar su lugar.