La vista al mar de Ancón, desde el edificio de los años sesenta ubicado sobre el malecón, es uno de los principales privilegios del departamento. Los propietarios requerían un cambio drástico: había que incorporar al programa original cuatro dormitorios con baño propio, área de servicio, un depósito y mucho espacio de almacenaje. Para acometer semejante reforma sin perder la esencia original, el arquitecto Jordi Puig decidió crear un espacio lo más limpio y blanco posible. Todos los muros se tiraron abajo, excepto por las columnas y paredes estructurales. Era imposible ir en contra del esqueleto del departamento, y Puig no lo intentó; lo incorporó a una nueva organización de espacios, a veces de manera evidente, y otras veces disimulándolo.

“El nuevo programa era bastante amplio, y en el departamento original habían muchos espacios muertos”, explica el arquitecto. “Fue una remodelación a fondo, porque prácticamente me quedé con el departamento en cascos para poder rehacer la distribución. Pero intenté dejar elementos muy particulares de él”, dice Puig, refiriéndose, por ejemplo, a los techos bajos que eran parte de la propuesta original, y al diseño de las barandas. “Se tenía que mantener el espíritu del edificio. Una remodelación no tiene que cambiarlo todo totalmente”.

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El bar integra una columna a la barra de piedra blanca. Al fondo, fotografía de Marina García Burgos. Y en el comedor, pieza de Jaime Travezán.

El bar integra una columna a la barra de piedra blanca. Al fondo, fotografía de Marina García Burgos. Y en el comedor, pieza de Jaime Travezán.

Se optó por la sencillez como detalle. No es una contradicción. Para el piso se escogió un porcelanato blanco con apariencia de mármol; los marcos de las mamparas son en PVC blanco. Se crearon muebles para que la extensa familia pueda guardar todas sus cosas, sin que eso interrumpa la aparente limpieza del espacio: eso se logró enchapando las piezas en madera blanca, lo mismo se hizo con algunas de las columnas estructurales que atravesaban la sala principal.

Ora columna incorporada al nuevo programa, genera una sala de estar.

Ora columna incorporada al nuevo programa, genera una sala de estar.

Versatilidad oculta

No todo se debía ocultar. El diseño aprovechó una columna en medio del área social para crear un nuevo ambiente: una sala de estar que también puede convertirse en cuarto de invitados. La columna es la esquina de encuentro de una celosía corrediza de madera, que se esconde en las dos paredes y consigue dar privacidad a la salita (sin quitar ventilación). “Esta es una manera de incorporar la estructura original a las nuevas necesidades del departamento”, explica Puig. “Y usando un elemento, las celosías de madera, muy típico de la época original de construcción”. Esa columna sirve para delimitar otro espacio nuevo: el bar, donde otra columna estructural se vuelve parte de la barra de piedra blanca, que se completó con un detalle de cristal retroiluminado.

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El baño principal se construyó sobre un peldaño que ingresa al dormitorio. Puig procuró diseñar cajonería y estantes, pues se requería mucho espacio para los objetos de la familia.

El baño del dormitorio principal se creó sobre una elevación en el piso. Puig decidió llevar ese escalón hacia fuera, de tal manera que la mesa de noche quedó encima, y la cama, embutida en el peldaño. Para el piso del baño usó granito oscuro, que sigue incluso hasta la pared de la ducha. En todos los baños del departamento los muebles están enchapados en madera clara. Y se trabajó con pequeñas baldosas blancas de diez por veinte centímetros, para incorporar cierto “aire retro”.

Arriba Desde el interior, la puerta de entrada aparenta ser muy grande, pero al abrirla se ve que cubre una viga. Obra de Christian Haub da color al ingreso.

Arriba Desde el interior, la puerta de entrada aparenta ser muy grande, pero al abrirla se ve que cubre una viga. Obra de Christian Haub da color al ingreso.

La selección del mobiliario estuvo a cargo de la arquitecta Janine Schneider, quien trabajó en conjunto con Puig para establecer la distribución de las piezas en el espacio. Los propietarios son amantes del arte y el departamento lo evidencia: la curadoría de piezas fue realizada por la galería Impakto, y se lucen obras de Christian Haub, Aldo Chaparro y Alex Lukas, entre otros. Pero Puig hizo un aporte especial. Desde la ventana de la sala de estar se podía ver un tanque de cemento en desuso, que queda justo en medio del malecón. El arquitecto, entusiasta del arte urbano, le pidió al grafitero Marko Domenack que se apropie del cemento. El resultado es enmarcado, a lo lejos, por la ventana del departamento. Puig explora con ese detalle las posibilidades del diseño de las vistas, y relaciona el departamento con el urbanismo y la arquitectura de Ancón.

Después de la transformación, el paisaje de la playa sigue seduciendo. Las nuevas mamparas se corren hacia un lado, convirtiendo el área social en una gran terraza, detenida por la baranda externa del departamento. Así puede gozarse con libertad el efecto renovador que tiene la vista al mar.

Texto: Rebeca Vaisman          Fotos: Gonzalo Cáceres Dancuart