Este año, bajo el lema “Un solo Perú, no más cuerdas separadas”, la cumbre reunió a la élite empresarial y política en clave de crítica y cautela. Un tema central fue la necesidad de reformas políticas que acompañen al desarrollo económico.

Por Jaime Cordero C. // Fotos de Christian Osés

Quienes tienen por costumbre viajar a Paracas todos los años a fines de noviembre saben qué esperar de CADE Ejecutivos: buen clima durante el día, noches templadas, fuertes vientos, un aire acondicionado por momentos brutal y una organización cronometrada que deja poco espacio para las sorpresas. CADE Ejecutivos es mucho networking, algunos oradores brillantes y otro tanto de presentaciones apenas cumplidoras. La edición 55 del cónclave empresarial más importante del país no fue, en ese sentido, muy distinta a las anteriores. Con más de cinco décadas de vida a cuestas, el encuentro ha alcanzado un estado de madurez, con todo lo que ello implica, para lo bueno y para lo malo. CADE Ejecutivos no es un evento acartonado, pero todavía no termina de adaptarse a los tiempos que corren: tiempos de TED Talks, y no de ponencias magistrales desde un atril o un sillón mullido.

Krishna Urs, Embajador de Estados Unidos en Perú y Carlos Pareja, Embajador de Perú en Estados Unidos

Si algo caracterizó a CADE Ejecutivos 2017 –tanto en el tono de las exposiciones como en las conversaciones informales–, fue una sensación de cautelosa expectativa. Entre El Niño costero, la economía que no termina de despegar, la inestabilidad política y las declaraciones de Marcelo Odebrecht y Jorge Barata, 2017 ha sido un annus horribilis para muchos de los concurrentes, que son los representantes de las empresas más importantes del país: lo que sientan nos toca. Que el año se esté acabando para ellos es una buena noticia, porque al menos en lo económico el consenso general es que 2018 difícilmente será peor. A falta de reformas estructurales que mejoren las condiciones del país a largo plazo, bueno es el “efecto rebote”.

Jorge Ode en «h Work Place» montado en Paracas por revista h y wework.

 Sin embargo, eso no será suficiente, y en Paracas lo sabían. Quedó bien señalado desde el lema del encuentro: “Un solo Perú, no más cuerdas separadas”. O, como lo explicó en repetidas oportunidades –presidente del comité organizador este año–, un llamado a que la política empuje el carro en el mismo sentido que la economía. Un interesante eslogan, mitad clamor y otro tanto de saludable autocrítica, eso que desde fuera tanto suelen reclamarle a CADE Ejecutivos. No está de más recordar que la teoría de las cuerdas separadas –que empezó a cocinarse durante los últimos años del fujimorismo y se elevó a categoría de dogma durante el toledismo– es, en gran medida, invento de los foros empresariales y de algunos economistas amigos.

Delia Mariáteguia y Erika Mora

En ese sentido, la comparación con CADE Ejecutivos 2016 fue un tema de conversación frecuente: hace un año, la concurrencia aguardaba con expectativa al nuevo presidente de la República. Al fin y al cabo, si en algún sitio debería sentirse cómodo y arropado por los suyos Pedro Pablo Kuczynski, ese debería ser CADE Ejecutivos, encuentro que incluso ha llegado a presidir en una ocasión. No fue así: la luna de miel claramente ha terminado, incluso con el empresariado. PPK acudió para clausurar el encuentro y fue recibido con la reverencia y solemnidad que merece un presidente, ni más ni menos. Y su mensaje de optimismo resultó un poco chocante en comparación con los diagnósticos no tan optimistas que dieron los ministros que lo precedieron.

Patrick Huggard-Caine y Martín Pérez Monteverde

Un hecho sintomático del ánimo del auditorio fue la cantidad de abrazos y selfies –eso sí, ninguna declaración– que regaló el ex primer ministro Fernando Zavala en los pasadizos. Junto con Hugo Sotil y Héctor Chumpitaz –que se cansaron de firmar pelotas en el stand de una consultora–, Zavala fue una de las figuras que mayor interés generaron este año en Paracas.

La mejor definición que pudimos encontrar de esta CADE Ejecutivos la dio Drago Kisic Aguirre, hijo de Drago Kisic Wagner y representante de CADE Universitario: “Un CADE ácido”, alejado –se entiende– del espíritu festivo de anteriores encuentros. Pero tampoco pesimista. Denso y crítico. Que un joven lo haya dicho resulta significativo. Como también es revelador lo que nos dijo Óscar Rivera, presidente de Asbanc, infaltable en CADE desde la primera edición, realizada en el ya desaparecido Hotel Paracas, en 1961: “Han pasado más de cinco décadas y seguimos hablando de lo mismo”.

José Antonio Olaechea, Carlos Lozada e Ítalo Muñoz.

Los dueños del escenario

Mientras espera su turno, un expositor debutante en CADE Ejecutivos conversa con un periodista que, en broma, intenta ponerlo nervioso. El auditorio de CADE, le dice, es como el ‘Monstruo’ de la Quinta Vergara. El equivalente del Festival de Viña del Mar para las voces pensantes y los tomadores de decisiones del Perú. El símil es exagerado, pero no le falta algo de verdad: para “triunfar” en CADE Ejecutivos hay que tener dominio de escena, como demostró Salvador del Solar, que de escenarios sabe.

Salvador del Solar

El ministro de Cultura fue convocado para hablar sobre la necesidad de un acuerdo de cara al Bicentenario de la Independencia; en lugar de ello, encaró al auditorio y puso en cuestión el lema mismo del encuentro. Entró como ministro y salió –al menos para un sector de la audiencia– como “presidenciable”. No fue el único expositor que arrancó aplausos a un auditorio cortés, receptivo siempre y cuando lo encararan con decisión, con fondo pero también con forma. Muy aplaudidas fueron, también, la presentación de la economista Liliana Rojas-Suárez –que enfatizó la necesidad de combatir la informalidad y la urgencia de una reforma judicial– y la exposición del ministro de la Producción, Bruno Giuffra, quien anunció varios importantes proyectos de infraestructura. En un registro mucho más duro –propio de su función– el fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, fue capaz de arrancar algunas risas al respetable cuando habló sobre su continuidad en el cargo. Risas nerviosas, quizás, pero risas al fin.

La otra “estrella” de CADE Ejecutivos 2017 llegó del futuro. El venezolano José Luis Cordeiro se presentó para hablar sobre lo que nos deparan los vertiginosos avances tecnológicos y generó reacciones contrastadas. Difícilmente podía esperarse otra cosa de un hombre que se presenta a exponer con un extraño artilugio electrónico en la cabeza, corbata de dibujos animados y pronósticos tan provocadores como que dentro de veinte años los seres humanos nos comunicaremos telepáticamente y que se acerca el fin de la muerte.

Gonzalo Echeandía

Speaker habitual alrededor del mundo, seguramente Cordeiro habrá calibrado las implicancias de afirmar –ante un auditorio de cincuentones y sesentones– cosas como que el envejecimiento “es una enfermedad” y que dentro de treinta años nadie tendrá que morirse (risas nerviosas en Paracas, otra vez). Lo cierto es que se presenta como un profeta, y estos siempre son exagerados. Aun así –y reconociendo que lo que afirma no dista mucho de lo que plantean otros reputados “futurólogos”– los plazos tan cortos que postula suenan demasiado atrevidos. En fin, ya habrá tiempo de ocuparse del futuro de ciencia ficción. En Paracas, es el corto y mediano plazo lo que realmente importa.