La despedida del sumo pontífice ha conmovido a la Iglesia y al mundo. En el Perú, el presbítero y Dr. Pedro Hidalgo Díaz, comparte sus reflexiones sobre este momento de duelo y transición. De igual forma aborda los desafíos de la Iglesia tras su partida.

Por Daniel Crespo Pizarro

Más de doscientas mil personas de todas partes del mundo han llegado hasta la Basílica de San Pedro, en Roma, donde yace el cuerpo de Su Santidad vestido con casulla roja y mitra blanca. Está en un ataúd abierto de madera y zinc, que ya descansa en la Basílica de Santa María la Mayor.

La respuesta masiva es de aquellos que creyeron en él: católicos y no católicos. El Papa Francisco había llegado al corazón de creyentes y no creyentes. Su discurso, enseñanzas, lecciones, su magisterio, permitieron que su imagen fuera vista como la de un verdadero padre, hermano y, sobre todo, pastor, aquel que guía y te mantiene cerca.

Así era Francisco, el Papa que escuchaba y que pedía que rezaran por él. “Siempre pensó en una iglesia muy cercana al mundo, sobre todo, una iglesia cercana a los necesitados de toda índole. Esto ha sido muy importante para su magisterio. Lo resumió en una expresión: ‘La iglesia pobre para los pobres’”, reflexiona el presbítero y doctor Pedro Hidalgo Díaz, rector de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, quien llegó a conocer a Francisco cuando aún era obispo auxiliar de Buenos Aires. Fue durante un sínodo de obispos en Roma donde coincidieron por primera vez. “Era una persona con la que te daba gusto conversar. Soltaba humoradas, pero manteniendo un argumento central que era profundo”, agrega.

Desde entonces, lo siguió con atención. Leía lo que escribía y escuchaba sus homilías. Años después, cuando el mundo lo vio aparecer en el balcón de San Pedro como Papa , el padre Pedro tardó en reconocerlo. “Había cambiado mucho físicamente. Era mucho más delgado cuando lo conocí. Pero el espíritu era el mismo”, recuerda.

El presbítero tiene el grado de Doctor y es rector de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima.

Francisco era un pastor con olor a oveja. Así lo decía él mismo y así lo vivía. “Desde su primera homilía, y cada vez que podía, insistía en que el centro de todo debía ser la misericordia. Decía que el nombre de Dios es misericordia. Esa fue la gran clave de su pontificado”, afirma Hidalgo. Su teología, en efecto, fue práctica y comprometida. Tocaba la vida real, las periferias existenciales, aquellas personas que –como decía él– “en el fondo, la pasan mal”.

En Trujillo, durante su visita al Perú en 2018, Francisco dijo a los fieles: “Peruanos, no se dejen robar la esperanza”. Para el padre Pedro, no fue solo una frase simbólica, sino la afirmación de una vocación: la de levantar el ánimo de una sociedad herida. “Ese fue uno de los mensajes más importantes. Francisco supo leer lo que el mundo necesitaba: esperanza”, comenta. Y esa esperanza, añade, no era abstracta. Se traducía en gestos: visitar cárceles, abrazar migrantes, detenerse ante un anciano.

Tuvo el privilegio de acompañarlo de cerca durante su estadía en el país. Formó parte del séquito litúrgico en Trujillo y en Lima. Estuvo en las sacristías, en los traslados, en las misas. “Lo que más me impactó fue su delicadeza. Aunque estaba con dolores, con problemas en la columna, no dejaba de sonreír, de mirar a los ojos, de saludar a cada persona que se cruzaba en su camino”, recuerda.

El Papa Francisco oró ante las reliquias de cinco santos elevados en el altar mayor de la Catedral de Lima, entre ellos, Santa Rosa y San Martín de Porres, en 2018. A su izquierda, el padre Pedro Hidalgo. (Foto: archivo personal Mons. Pedro Hidalgo)

El padre Hidalgo recuerda cada pasaje de la visita del Papa Francisco con mucha nostalgia. (Foto: archivo personal Mons. Pedro Hidalgo)

Fue en uno de esos recorridos, poco antes de una celebración litúrgica en Trujillo, cuando Pedro tuvo la oportunidad de hablar a solas con el Papa . Era un momento reservado, íntimo. “Lo presenté ante el equipo y luego nos quedamos unos minutos solos en la sacristía. Le dije: ‘Gracias por habernos llevado al centro del Evangelio’. Él sonrió, satisfecho, y me respondió con calidez: ‘¿Crees?’”, recuerda. Ese breve intercambio quedó grabado en su memoria como uno de los instantes más personales de todo el viaje.

Más tarde, en Lima, otro momento lo marcaría: la visita del Papa al santuario del Señor de los Milagros, en el templo de Las Nazarenas. Una situación muy especial, pues el padre Pedro había sido durante doce años el director espiritual de la Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas. Había muchas expectativas por ese encuentro. Se había planeado que Francisco ofreciera una ofrenda de flores al lienzo que sale a recorrer en procesión cada mes de octubre, como lo hizo con Santa Rosa de Lima, pero a último momento, por decisión del entonces arzobispo de Lima, la venerada imagen fue trasladada a la misa multitudinaria en Las Palmas. En su paso por Las Nazarenas, Francisco se detuvo frente al muro original y oró en silencio. “Ahí sí quedó claro que entendía la devoción del pueblo peruano. Fue un momento sencillo, pero muy significativo”, añade.

El Papa Francisco conoció de cerca la devoción al Señor de los Milagros, durante su visita al Santuario de las Nazarenas. Tuvo un encuentro con la comunidad de Carmelitas Descalzas.

No era la primera vez que el padre Pedro participaba en la organización litúrgica de una visita papal. Aún como seminarista, colaboró durante las visitas de Juan Pablo II en 1985 y 1988. “Ya entonces experimenté la magnitud espiritual y humana que implica recibir al sucesor de Pedro.

Cuando se confirmó que el Papa Francisco vendría al Perú, el obispo encargado de la liturgia le pidió que formara parte del equipo. “Al principio pensé que solo iba a ayudar con los textos, pero terminé viajando a Roma, coordinando directamente con el maestro de ceremonias del Papa y acompañándolo en los actos litúrgicos en Trujillo y Lima”, recuerda. Fue incluido en el séquito papal, un privilegio reservado a unos pocos.

Uno de los momentos más significativos ocurrió al final de su visita. La Conferencia Episcopal preparó un obsequio para el Santo Padre: un mosaico elaborado por jóvenes de Cajamarca, alumnos de misioneros italianos que enseñan este arte. La obra representaba a Jesús en el centro, rodeado de los cinco santos peruanos: Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, San Martín de Porres, San Juan Macías y San Francisco Solano. “A Santo Toribio le pusimos una pequeña iglesia en la mano, como símbolo de que sostuvo la Iglesia con su santidad. Fue un gesto muy pensado”, explica Hidalgo.

El padre Pedro Hidalgo entrega el mosaico «Tierra ensantada» al Papa Francisco. En la imagen también figura el cardenal y entonces Arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani. (Foto: archivo personal Mons. Pedro Hidalgo)

Él mismo fue quien tuvo que explicarle el significado del mosaico al Papa . “Lo escuchó con atención. Me llamó la atención su mirada, su sonrisa. Me dijo: ‘Muchas gracias’. Fue breve, pero muy humano. Uno percibía que no estaba simplemente cumpliendo un protocolo, sino que realmente valoraba el gesto”.

Así era Francisco. El Papa de los gestos, de los símbolos, de los silencios elocuentes. El que bendecía con una mirada y pedía: “No se olviden de rezar por mí”. El que, incluso al final, quiso partir en la Pascua, en medio de los días que la Iglesia celebra como uno solo: el tiempo de la Resurrección. “Morir en la octava de Pascua es un signo bellísimo”, concluye el padre Pedro. “Es como si el Señor lo hubiera llamado justo cuando celebramos que la vida vence a la muerte”.

Más allá de las anécdotas y los gestos que marcaron su paso por el Perú, el padre Pedro Hidalgo reflexiona también sobre el legado que deja el Papa Francisco en nuestro país, la Iglesia y en la sociedad.

¿Cómo son nuestros líderes espirituales, aquí en el Perú?
Yo creo que hay un intento de vivir de acuerdo con lo que pide la Iglesia, con lo que ha presentado el Papa , y un deseo de ir por ese camino.

Usted me ha hablado del Papa , de sus reflexiones. ¿Qué ha aprendido de él?
Que Dios es cercanía, es misericordia, es ternura. Y que cada cristiano –todos los cristianos, y sobre todo los sacerdotes– debemos tratar de reflejar esa bondad, esa ternura, esa misericordia de Dios.

¿Cómo ha impactado Francisco en el Perú y en el mundo?
Yo creo que su impacto ha sido en el sentido de ser un hombre del encuentro con los demás, para infundirles la esperanza que viene del amor de Dios. Él hablaba de la “cultura del encuentro”. Es el hombre del encuentro.

En diciembre de 2024, fue la última vez que el padre Pedro visitó al Papa Francisco en el Vaticano. (Foto: archivo personal Mons. Pedro Hidalgo)

¿Considera que ha habido un impacto positivo en la generación más joven, como la generación Z, a raíz de las enseñanzas del Papa Francisco?
No es tan fácil responder eso, pero yo diría que sí. Por ejemplo, el documental “Amén”, que me parece que lo produjo Disney, donde él habló con los jóvenes dejándose interrogar, dejándose preguntar y escuchándolos también. Creo que eso tuvo un impacto muy positivo: ser un hombre del diálogo, alguien que escucha sin juzgar. Posiblemente escucha porque quiere captar sus preocupaciones y poder decir algo a partir de ellas.

¿Ha notado que, aquí en el Perú, más jóvenes se han sumado activamente a la Iglesia?
Yo creo que sí. En la visita del Papa hubo un entusiasmo juvenil claro. Y evidentemente, la Iglesia en el Perú sí es una Iglesia con presencia de jóvenes. Pero, en relación con otras épocas, esa presencia puede haber disminuido un poco, por las nuevas exigencias que los jóvenes tienen: exigencias de otro tipo, como las laborales o las académicas, que son distintas a las de hace dos décadas, por ejemplo.

¿Cómo percibe la fe a raíz del legado del Papa Francisco?
No puntualizaría la fe solo en relación con el Papa Francisco. Yo creo que la fe es una respuesta al amor de Dios, una adhesión a Él, en la que hay muchos facilitadores. Francisco ha sido un facilitador a través de sus gestos, sobre todo a través de sus enseñanzas. Pero también lo fueron Juan Pablo II, Benedicto XVI… En ese sentido, creo que es un paso más. Él mismo lo dice en una de sus obras: es un paso dentro de la Iglesia, no es el único camino.

Hay quienes de alguna forma han cuestionado –y otros han observado– cómo Francisco se dejó ver con líderes de izquierda.
El Papa es maestro de la verdad evangélica, del Evangelio. Eso es lo fundamental que hay que mirar en un Papa : cómo anuncia el Evangelio de Jesucristo. Los temas de coyuntura ya no comprometen directamente el magisterio pontificio. Entonces, yo creo que él actuó como alguien que sintió en conciencia que debía decir lo que, justamente, en conciencia sabía que debía decir.

Porque, al final, no hay distinción entre las personas de a pie, y tampoco debería haberla en el plano político, ¿no?, sobre todo cuando se trata de un lado u otro del espectro.
Así es. Un pastor trata de llegar a todos. Tiene que decir una palabra que sea válida para todos, en cada circunstancia. Entonces, aquí los clichés no son buenos. Yo creo que un Papa actúa movido por su conciencia, por lo que siente que realmente debe hacer. Puede tener un conocimiento distinto al de otros, y yo no me atrevería a decir que favoreció a unos u otros. Creo que dijo lo que sintió que debía decir en cada momento.

 

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