La llegada del videojuego “Pokémon Go” al Perú puso sobre el tapete un interesante debate sobre el uso de la tecnología y su impacto global a favor de la educación. El filósofo argentino Alejandro Piscitelli cuestionó que los niños aprendan los nombres de los 150 pokemones y sus evoluciones, y no retengan el nombre de cuatro ríos o las capitales del mundo. Mientras tanto, el investigador español Albert Sangrà Morer sostiene que el uso de la realidad aumentada –tecnología usada por el videojuego de la empresa japonesa Nintendo– potencia el aprendizaje de los estudiantes, ya que mezcla dos elementos importantes: la educación y el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
En Europa y Estados Unidos la realidad aumentada ya es usada para potenciar el aprendizaje de los estudiantes.
Pero, fuera de tecnicismos, ¿la realidad aumentada de “Pokémon Go” podría tener un efecto positivo en la educación peruana? “Cualquier producto puede tener una consecuencia educativa con la orientación adecuada”, dice Julio César Mateus, profesor de la Universidad de Lima y asesor de proyectos educativos de Fundación Telefónica. Este videojuego, afirma, combina tecnologías de vanguardia (GPS, realidad aumentada, realidad virtual, 3D), y los docentes con capacidad de innovación podrían utilizar la fiebre de “Pokémon Go” para diseñar rutas y explorar algunos puntos históricos de la ciudad para explicarles a los estudiantes la importancia del lugar donde están parados, ya que, para cazar pokemones, se necesita salir a la calle y dejar el sedentarismo. “El juego exige habilidades vinculadas a la inteligencia espacial, geográfica, y la memoria, y promueve la socialización; además, permite el encuentro entre los usuarios y armar grupos (de amigos)”, dice Mateus.
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Una idea similar tiene Eduardo Villanueva, jefe del proyecto EducaRed, quien sugiere a los docentes crear pokeparadas (puntos donde se obtienen objetos de gran valor en el juego, como pokebolas, inciensos o elixir) en lugares como bibliotecas, museos o monumentos históricos. Los maestros aprovecharían para salir de excursión con los estudiantes y enseñarles que, en ese lugar donde ahora recolectan esos “bichos” virtuales, como en el parque Reducto de Miraflores, ocurrieron sucesos importantes como la ocupación de Lima en la Guerra del Pacífico en 1881. “Tiene que ver mucho con la creatividad de cada docente”, afirma Villanueva.
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Eduardo Villanueva, de EducaRed, sugiere a los docentes crear pokeparadas en lugares como bibliotecas, museos o monumentos históricos.
Más aportes sobre el uso de “Pokémon Go” en la educación los brinda Jorge Bossio, experto en nuevas tecnologías. Los alumnos –afirma en su blog de la plataforma digital La Mula– pueden contar sus aventuras de cazar pokemones usando Facebook, Snapchat o YouTube. “Así se desarrollan competencias de comunicación escrita y no verbal”, asegura.
“Pokémon Go” es un juego de realidad aumentada (RA), una tecnología que añade información virtual a la información física existente a través de un smartphone.
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Esta tecnología es relativamente nueva. Pero, en otras partes del mundo, como en países de Europa y en Estados Unidos, la usan como una oportunidad para potenciar el aprendizaje de los estudiantes. En España, hay profesores de anatomía que, gracias a la RA, vuelven interactivas las unidimensionales páginas de un libro (acompañadas de códigos QR) con solo colocar por encima de ellas una tablet o un smartphone. De esa forma, y como un acto de magia, un esqueleto aparece en la pantalla del dispositivo móvil y explica la cantidad de huesos que tiene y qué función cumple cada uno. Ahora, ¿se imaginan a un profesor de Historia del Perú abriendo un libro, y que, con la ayuda de una tablet o un smartphone, aparezca la figura en 3D de un héroe nacional como Miguel Grau para que cuente su propia historia? En tiempos donde los niños son nativos digitales y su aprendizaje es audiovisual, el uso de las TIC con docentes capacitados –como lo sugiere la Unesco– permite una mejor asimilación del conocimiento.
Por David Gavidia
Ilustraciones de Adrián Alcocer
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