Cada año, el departamento número 50 de la Unidad Habitacional de Marsella de Le Corbusier se convierte un espacio de exhibición, intervenido por un diseñador diferente. En la última ocasión, entre los meses de julio y agosto de 2016, el encargado fue Alessandro Mendini.

Por Laura Alzubide / Fotos de Philippe Savoir

Le Corbusier

De entre todos los departamentos de la Unidad Habitacional de Marsella, el más famoso es el número 50. Su propietaria, Lilette Rippert, fue una de las primeras ocupantes del edificio en 1952, y permaneció allí hasta su muerte, en el año 2000. Para el propio Le Corbusier, era un pilar fundamental en la comunidad. “Yo creo que la señora Ougier es uno de los elementos más esenciales en el funcionamiento de la unidad de Michelet”, escribió el arquitecto, para referirse al jardín de infancia que creó la señora.

Le Corbusier

Una de las peculiaridades del departamento 50 es que se trata de uno de los pocos que preservan su diseño original. Su propietaria había visto las modificaciones que los vecinos habían hecho en sus viviendas. Así que, en 1995, logró que se clasificara como “monumento histórico”, gracias a su perfecto estado de conservación, incluyendo elementos diseñados para la cocina. Cinco años después, Rippert moriría. Pero su legado seguiría vivo tras una impecable restauración e iniciativas como esta. Le Corbusier

Lo viejo y lo nuevo

El arquitecto italiano Alessandro Mendini (Milán, 1931) es el autor de una de las piezas más memorables de la historia del diseño. El sillón Proust, con su silueta neobarroca y su tapiz colorido, es una buena muestra del sentido del humor. Además, se ha desempeñado como teórico y periodista. Por eso, no nos debe extrañar que su propuesta para intervenir el famoso apartamento número 50 de la Unidad Habitacional de Marsella sea una de las más poderosas.

Le Corbusier

El lienzo, a doble altura, está conformado por 98 metros cuadrados. El acceso se encuentra en la mezzanine, donde están la cocina y una salita de estar con vistas a la sala de la planta baja, que alberga también dos dormitorios y baños. “A través de la entrada, en la balaustrada de la mezzanine, se levantan ocho tótems de cerámica con una fuerte presencia”, ha explicado Mendini. “Cada uno de ellos está pintado con los colores más típicos del diseño de Le Corbusier de la Unidad Habitacional de Marsella”.

Le Corbusier

Al bajar las escaleras, en la sala, todavía permanecen algunas piezas de mobiliario originales, como la mesa y las sillas. Dos nichos azules acogen una pequeña colección de objetos que el diseñador italiano ha recolectado a lo largo de los años. Una alfombra tejida en Nepal, dos nuevas lámparas led coreanas y una miniatura dorada del sillón Proust completan la decoración permanente. “La hipótesis de la instalación es modificar la lectura y transformar la energía del interior de Le Corbusier usando pocos objetos y mínimas invenciones visuales”, ha afirmado Mendini.

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