En uno de los distritos residenciales más tradicionales de nuestra capital, un reducido grupo de vecinos, a través de las Juntas Vecinales, está cuestionando la labor de diversos comerciantes con décadas de trabajo en San Isidro. Queridos y apreciados por el grueso de la comunidad, se enfrentan a un panorama desolador de perder su fuente de ingresos.

Por Redacción COSAS

La calle Dasso en San Isidro es uno de los puntos comerciales más apreciados de ese distrito. Dentro de la oferta de servicios que se brinda ahí como restaurantes, pubs, bares, galerías y tiendas, también se ofrece espacio puntual para quienes ejercen el comercio ambulatorio. Este es el caso de Cecilia Contreras, cuyo puesto de venta de frutas tiene ya varias décadas de funcionamiento, siendo una persona que goza del aprecio de la mayoría de vecinos. Lo mismo se puede decir de los lustrabotas o de la Sra. del quiosco de golosinas situado cerca al parque Roosevelt. Son parte de la vida del barrio y del encanto de esas calles. Sin embargo, grande fue la sorpresa de todos ellos cuando los agentes de fiscalización de la Municipalidad procedieron a la clausura de sus respectivos negocios.

Las Juntas Vecinales ejercen presión

El tema legal de por medio es incuestionable. Los comerciantes incurrieron en una irregularidad al tener sus respectivas licencias vencidas. Los agentes de fiscalización no hicieron sino cumplir su deber como se espera de ellos. Pero al conversar con algunos de los vecinos (quienes pidieron guardar sus nombres en reserva), nos enteramos que esta actividad comercial causa escozor en algunos miembros de las Juntas Vecinales. Este pequeño grupo de vecinos se tomó a pecho el querer “salvaguardar la imagen y ornato del distrito”, a tal punto, que se mantuvieron vigilantes para saber en qué momento las licencias caducaban y así pedir la intervención de las autoridades.

Aunque los comerciantes están en su derecho a tramitar las licencias requeridas, la Junta Vecinal del sub sector 2-5 ya estaría ejerciendo presión ante la alcaldía para que estas no sean otorgadas. El tema ha desatado toda una discusión en el Fan Page Habla San Isidrino!!!!, donde los vecinos mantienen un tenso intercambio de opiniones. Todos están de acuerdo en que los mecanismos formales que regulan el comercio deben ser respetados. Pero también es cierto que la actividad de estas personas, aparte de gozar del aprecio de la mayoría, ha contribuido a darle un matiz peculiar al distrito que más de uno celebra. Y tratándose de personas de recursos más modestos y que no tienen otros medios para sostener a sus familias, no vendría mal ser un poco más tolerantes con su condición y dar muestras de solidaridad social. Aunque nos hemos comunicado con algunas de los miembros de la Junta Vecinal que pide la salida de los comerciantes, aún no obtenemos respuesta. 

La venta ambulatoria de arte se integra a las calles en Italia.

Nueva York es una muestra de como los carritos de comercio ambulatorio le dan sabor local a una urbe.