A los 19 años, la hija mayor de la artista plástica Giuliana Senno y el tenista profesional Alejo Aramburú está decidida a hacerse de un nombre propio en el complejo mundo de la lírica internacional. Aunque recién está empezando, posee el talento y el carisma para convertirse en el equivalente femenino de Juan Diego Flórez y llevar el nombre del Perú a los escenarios más importantes del mundo.

Por Raúl Cachay A.

Maia está comenzando a escribir su propia historia en el competitivo y muchas veces despiadado mundo del canto lírico, pero basta revisar los videos de sus recitales recientes para entender que, si sigue tomando las decisiones correctas en el futuro inmediato, su carrera artística no tiene techo. Su voz, sencillamente, es celestial.

“En los próximos años, voy a prepararme más en el aspecto técnico y trataré de participar en la mayor cantidad posible de festivales y concursos”, dice Maia.

Su vocación por el arte y su espíritu de lucha, además, son dos rasgos que porta en los genes: su madre es Giuliana Senno, artista plástica, y su padre es Alejo Aramburú, aquel inolvidable tenista que, a punta de garra, se convirtió en uno de los grandes referentes del deporte blanco en el Perú en los años ochenta y noventa.

La precocidad es otro rasgo que Maia ha heredado de su papá, quien llegó a ocupar el primer lugar del ranking mundial juvenil en 1989: desde muy niña, siempre tuvo claro que quería ser una soprano. Claudia Rheineck, su profesora en el colegio y directora del coro Voces del Sol, fue una figura determinante en su formación.

“Aquí las chicas que empiezan en la música también deben tener referentes que las inspiren”, asegura.

“Las artes y el deporte siempre han formado parte de mi vida. Mi abuela tenía un piano, que luego me regaló, por lo que aprendí a tocar ese instrumento cuando era muy chiquita. Pero cuando entré al colegio, en el kínder, descubrí mi vocación por el canto. Ya en el segundo grado formaba parte de tres coros distintos (el del colegio, el Coro Nacional de Niños y el del Club Regatas)”, recuerda Maia, quien menciona a Sarah Brightman como la primera cantante que admiró durante su niñez.

Ahora, tiene entre sus favoritas a la rusa Anna Netrebko, la alemana Diana Damrau, las italianas Mariella Devia y Cecilia Bartoli, y la letona Elina Garanca, quien justamente ofrecerá un concierto en el Gran Teatro Nacional el 27 de junio.

Foto: @maia_aramburu_music

“No sé qué tiene el clima de Lima que aquí solo aparecen tenores. Admiro mucho a Juan Diego Flórez por todo lo que ha hecho, pero es cierto que aquí no hay muchas mujeres que hayan destacado como él en el canto lírico. Yo, como mujer, quiero ser reconocida internacionalmente y llevar en alto el nombre del Perú, porque aquí las chicas que empiezan en la música también deben tener referentes que las inspiren”, asegura.

“Tengo claro que esta es una carrera muy sacrificada. En los próximos años, voy a prepararme más en el aspecto técnico y trataré de participar en la mayor cantidad posible de festivales y concursos. Pero la preparación y los estudios son permanentes. Hablo inglés, francés, un poco de italiano y ahora estoy llevando clases de alemán”.

Foto: @maia_aramburu_music

Maia acaba de terminar su segundo año de estudios universitarios en Estados Unidos, en la University of Michigan School of Music, Theatre & Dance. Por estos días, disfruta de los últimos estertores de sus vacaciones en Lima junto a su familia (tiene un hermano menor que, a diferencia de ella, sí heredó de su padre la pasión por la raqueta) y sus amigas.

Para Maia, el futuro es un libro, o mejor, un libreto abierto y con muchas páginas aún por escribirse. Y ella ya se proyecta en lugares como La Scala de Milán o el Met de Londres interpretando algunos de sus papeles operáticos soñados: Mimí en “La bohème” de Puccini; Julieta, en “Romeo y Julieta” de Gounod; el rol principal de “Rusalka”, de Dvorak; “Las bodas de Fígaro”, “Così fan tutte”… “¡Todas las óperas me gustan! Me encanta el drama”, exclama. Que nada detenga su entusiasmo.