Ahora estoy sentado con el conductor de televisión en un sillón de cuero en uno de los ambientes del estudio fotográfico. El equipo de producción está desmontando las luces, guardando la ropa. El perfume que lleva puesto expande su olor dulzón en la sala, así que le pregunto por la marca.

–Angel… –dice en referencia al mítico perfume creado por Thierry Mugler–. Lo uso desde hace diez años.

Hace siete años que Rodrigo conduce el polémico y exitoso programa de espectáculos “Amor, amor, amor”. Pero hace ocho que trabaja en la televisión; antes fue comentarista de otro programa de espectáculos, “Hola a todos”, adonde llegó recomendado por la periodista de espectáculos y conductora de televisión Magaly Medina; hasta que un día no le permitieron salir al aire con su secuencia “Peluchismes”, donde a veces pisaba callos a los actores y actrices de nuestra escena, amigos de los conductores de ese programa, Mathías Brivio y Katia Condos. “Tú no eres el conductor del espacio. Grábatelo bien”, le habría dicho Brivio, tal como contó Rodrigo en 2009 a la prensa. No pasó mucho tiempo para que Rodrigo llegara a “Amor, amor, amor”, programa que actualmente conduce junto a la afilada Gigi Mitre.

“Rezo todos los días. No me confieso, hablo con Dios directamente. ¿Por qué le voy a contar mis cosas a un cura que quizá haga cosas que hagan parecer a las mías como un inocente chiste?”.

“Rezo todos los días. No me confieso, hablo con Dios directamente. ¿Por qué le voy a contar mis cosas a un cura que quizá haga cosas que hagan parecer a las mías como un inocente chiste?”.

Hace dos años que vivimos juntos, prácticamente desde que nos conocimos. Yo tengo 36 años, y Sean, 26; él es más joven que yo, pero igual le gusta lo mismo que a mí –dice Rodrigo casi susurrando, atropellándose un poco al hablar, como si quisiera dejar absolutamente todo en claro en el menor tiempo posible–. Antes necesitaba bulla para sentir que había salido, que me había juergueado, que el viernes era viernes. Iba a todas las fiestas electrónicas. Ahora disfruto mucho de una reunión entre amigos, en mi casa o en la de ellos, comiendo sushi, qué sé yo, ¡aunque a veces nos acostemos más tarde que los que salen de juerga!

–No sueles exponerte. ¿Será porque conduces un programa donde los personajes de la farándula son sobreexpuestos? –le pregunto.

–Sobreexpuestos, sí, ¡y por su propia voluntad! Porque nosotros, de los 50 destapes que tenemos, 49 son de personajes a los que no les importa ser descubiertos. Pareciera que en el fondo lo disfrutan o juegan con… Sí, no les importa –dice y levanta los hombros.

–¿Esta cultura de la exposición es más o menos reciente? ¿Te acuerdas cómo era en la época de Magaly?

–¡Todo el mundo se cuidaba! Ahora creo que todos se exponen porque les resulta más rentable o porque sienten que así no perderán vigencia.

“Una relación sólida y estable como la nuestra es algo que se debe mostrar a la sociedad. No importa el género”, dice Rodrigo sobre su vínculo sentimental con Sean Rico.

“Una relación sólida y estable como la nuestra es algo que se debe mostrar a la sociedad. No importa el género”, dice Rodrigo sobre su vínculo sentimental con Sean Rico.

–¿Dirías que el programa es un gran montaje?

–Es un show, un espectáculo. Me parece que hasta la misma familia de los personajes llama al canal para avisarnos lo que están haciendo (los “ampayados”), ¡o deben mandar llamar a sus mejores amigos! Me imagino, porque es bien raro que llamen y digan: “Ahora está comiendo en tal restaurante…”. ¿Quién da esas coordenadas de manera tan desinteresada?

–¿Qué le responderías a la gente que tilda tu programa de televisión basura?

Me parece gente intolerante. El hecho de que tú no le encuentres el chiste, o no vaya contigo este tipo de televisión, no te da derecho a… –Hace una breve pausa y luego sigue con renovado impulso, a toda máquina– Es como si a mí me gustase el drama y a ti el terror, ¡eso no quiere decir que alguien tenga mejor gusto que el otro! Mira la política, ¡es un show! ¡En la política hacen más show que en “Amor, amor, amor”! La otra vez vi un programa político y me dije: “¿Esto no es un programa de espectáculos?. ¿Por qué la política les parece más respetable que el espectáculo?”.

–¿Por qué crees que tanta gente ve tu programa?

–Pero poca gente tiene los cojones o la honestidad de decir: “A mí sí me gusta ver esto, me divierte, no me tomo tan en serio. Me parece surrealista, ¡y me mato de la risa!”.

–Entonces “Amor, amor, amor” es un show. Un show del que tú eres parte…

–Claro, pero a mí me gusta ser el que maneja la situación; no me gusta estar expuesto.

Vida en la pantalla

Rodrigo conoció a la periodista de espectáculos Magaly Medina cuando recién había terminado el colegio en la Inmaculada. Magaly descargaba su artillería pesada contra todos los personajes de “Chollywood” teniendo como tribuna el desaparecido programa televisivo “Magaly TV”, con los famosos “ampays”. ‘Peluchín’ empezó a practicar en ese programa haciendo de todo, seleccionando las llamadas de los televidentes, por ejemplo. Su padre, Carlos González Henríquez, fue un empresario y promotor turístico peruano. Fallecido en 2013, fue conocido por promover el ecoturismo en el departamento de San Martín con la franquicia Puerto Palmeras. Puerto Palmeras era auspiciador de “Magaly TV”, y regalaba un fin de semana con todo pagado en su hotel de la selva a los que presentaran el mejor “ampay”.

–¿Por qué no vas tú al programa a entregar el premio como imagen del hotel? –le preguntó su padre.

–¿Yo? –dijo Rodrigo, incrédulo y con la adrenalina recorriéndole el cuerpo.

–¡Claro!, ¡a ti siempre te gustó la televisión! Así vas a conocer a la conductora…

El caso es que Magaly y ‘Peluchín’ se hicieron muy buenos amigos. Magaly pudo ver el talento y las inmensas ganas de Rodrigo de estar frente a las cámaras. Él estaba convencido de haber nacido para la televisión. A los 7 o a los 8 años jugaba con sus primos “a la televisión”; escribía guiones, pautas, entregaba premios, conducía… Luego de hacer sus prácticas preprofesionales con Magaly, estudió en el Instituto Peruano de Publicidad (IPP) y luego se fue a España a estudiar Marketing y Estilismo para fotografía. Su padre lo ayudaba económicamente, pero, como dice, quería vivir “como yo quería vivir”, así que, además de estudiar, fue vendedor de tiendas, hizo un poco de todo; incluso trabajó como asistente en el gran grupo de medios Condé Nast.

–¡¿Vas a regresar al Perú para trabajar en televisión?! –le dijo por teléfono su madre, Lydia Lupis–. ¡¿Estás loco?! ¡Con estos personajes que aparecen en la televisión! ¡Qué horrible!

Su padre le decía otra cosa:
¡Entra a la televisión! Pero si lo haces, tienes que ser el mejor presentador. ¡Tienes que ser el mejor!
Siempre se sintió apoyado por su padre. Él nunca le dio la espalda, ni siquiera cuando se equivocaba. Y eso le hizo procesar sus inseguridades con mayor temple y determinación. Cuando sus padres le preguntaron si era gay y él les dijo que sí, que lo era, que lo es, se desconcertaron.
–¿Por qué sufren si yo soy feliz? –les preguntó Rodrigo, que nunca escondió sus preferencias sexuales, y que a los 17 años tenía un collage de fotos en su cuarto con chicos que le gustaban.
–La vas a pasar mal. ¿Sabes cuántas puertas se te van a cerrar? ¿Sabes cuánta gente te va a señalar? Vas a sufrir. Te van a marginar –le dijo su padre.
Ellos subestimaban mi fortaleza –me dice ahora Rodrigo, luego de la sesión fotográfica, mirándome fijamente–. Lo que tenía que hacer yo era coger las riendas de la situación y demostrarles que su hijo iba a seguir siendo su hijo, que la vida iba a continuar como era… Ellos tenían que aceptar que a mí me gustaban los hombres. Yo no le voy a pedir permiso a nadie para ser como yo quiero ser.

Primer amor

–¿Es la primera vez que te enamoras de verdad?

–Sssí…

Ahora Sean nos acompaña en la sala del estudio fotográfico. Se ha sentado en un sillón individual, frente a Rodrigo y a mí. Observa en silencio.

–¿No lo dices porque está Sean presente?

–Nooo –ríe, enseñando su dentadura de actor de cine–. ¡No hay nada que él no sepa! Para mí la relación perfecta es sentir una inmensa atracción por tu mejor amigo.

–Siempre pensé que yo era diferente al resto, diferente a mis amigos, incluso; ellos iban por un lado y yo iba por otro… –dice Sean, calmadamente, como contrapesando la euforia sutil de su novio–. Cuando lo conocí en persona, luego de que él me escribiera en Facebook y de una semana de largos chats, no pasó ni medio segundo y ya nos estábamos riendo. Desde el primer día lo sentí eterno…

–¿Se van a casar?

–Sí… –dice Rodrigo y empieza a acelerar– Es inaudito que en el 2016 tengamos que estar esperando que un grupo de gente se ponga de acuerdo para aprobar algo que es fundamental para la vida de los individuos: la libertad. Es increíble que en mi país no me pueda casar con la persona que quiero porque las leyes no me lo permiten. Yo trabajo, pago mis impuestos…

–Cumple la ley… –dice Sean.

–Exacto… ¿Cómo puede ser que a Van der Sloot lo autoricen a casarse en su celda cuando asesinó a una chica inocente? ¿Y yo que no he matado a nadie tengo que pedir permiso para casarme con la persona que me hace feliz? ¿A quién le haría daño? Hay mucha hipocresía en nuestro país, hay tantos falsos conservadores… Yo hago esta sesión de fotos para demostrar que hay más realidades que la de “el chico y la chica en la revista”. ¿Por qué no “el chico y el chico”? Esta es una realidad, y ni siquiera de una minoría, sino de un grupo humano como cualquier otro. Somos personas. Como cualquiera…

Nota publicada originalmente en la edición impresa de Cosas N°593.

Texto: Gabriel Gargurevich
Fotografía: Rafo Iparraguirre
Estilismo y dirección de arte: Agoney González

Producción: Vanessa Robles, Andrea Zorrilla, Alejandra Sánchez-Aizcorbe
Asistencia de estilismo: Alexandra Carcausto
Peinado y maquillaje: Olga Soncco
Video: Javier Zea
Agradecimientos: Dédalo, H&M, Versace, Salvatore Ferragamo, Emporio Armani, Yirko Sivirich.