Que Mariah Carey es una diva no es ninguna novedad; lo curioso es que es una diva de antaño, de esas que parecían existir solo en la mente de los encargados de marketing de los grandes estudios hollywoodenses de los años treinta y cuarenta. Su fascinación por lo fabuloso no tiene límites, y fue eso justamente –según dicen los medios en Estados Unidos– lo que provocó el fin de su noviazgo con James Packer, que hasta hace unos meses prometía terminar en la boda más espectacular que el show business hubiera visto en décadas, y que, en cambio, acabó en el triste cajón de los romances arruinados.

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“James es un buen tipo. De verdad”, había dicho Mariah a comienzos de este año, cuando –en lo que parecía un escotado negligé y montada sobre gigantescos tacos dorados, su uniforme habitual– apareció frente a las cámaras de “Access Hollywood” hablando de su prometido. Lo que la cantante no mencionó es que Packer, además de buen tipo, es muy rico. Su fortuna aproximada, producto del imperio de medios que su familia posee en Australia, es de 3,5 mil millones de dólares. Un anillo de compromiso de 35 quilates y casi 3 millones de dólares apareció en el dedo anular de Mariah durante esa entrevista, como una silenciosa evidencia de la montaña de dinero que, enamorada y a sus pies, había llegado a pedirle matrimonio.

Hasta este verano, todo parecía ir viento en popa. Mientras James se dedicaba a sus negocios, Mariah recorría el mundo grabando su nuevo docureality para la cadena E! y posteando sus habituales imágenes en Instagram, subiendo o bajando de yates o jets privados, sentada en los brazos de algún rapero o sumergida entre las burbujas de sus ya mencionados baños de tina. Sin embargo, algo pasó durante sus vacaciones de verano en el yate de Packer, en Mikonos. Algo terrible.

Ahí estaba Mariah, lanzada en sus microbikinis sobre la cubierta y bajo el sol griego, feliz de la vida y envuelta en su acostumbrada nube de glamour, cuando su prometido le anunció que necesitaba un tiempo. Mariah, entonces, armó un alboroto que hizo temblar la tierra desde el Mediterráneo al Bósforo, y que puso en peligro no solo el futuro de su afortunado matrimonio, sino también su estabilidad emocional y financiera, además de su ya muy precaria reputación.

Los primeros signos de que algo andaba mal aparecieron, al menos en público, durante una romántica noche a comienzos de setiembre, cuando ambos llegaron a comer al exclusivo restaurante Nammos, de Mikonos.
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Fue un circo”, comentó un testigo a “Us Weekly”, “ella se tomaba fotos con la gente mientras él miraba hacia arriba exasperado. Parecía molesto, irritado. Cada vez que ella se levantaba de la mesa, él decía, ‘¿a dónde vas ahora?
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’”
. Un par de semanas después, Packer cortó definitivamente.

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Las teorías comenzaron a correr rápidamente. La prensa aseguró que James simplemente detestaba la idea del docureality, que le parecía vulgar vivir la vida con una cámara siguiéndole los pasos. También se dijo que el magnate no apreciaba la forma en que Mariah estaba criando a sus hijos, exponiéndolos en fotografías en Instagram y haciéndolos aparecer frente a las cámaras de su show. Inevitablemente, se habló también de dinero. Los tabloides australianos publicaron que él se había horrorizado con el nivel de gastos de su futura mujer, mientras que “New York Magazine” se hizo eco de los rumores que señalan que la Carey mantenía un romance con Bryan Tanaka, uno de sus bailarines, quien, según “Entertainment Tonight”, está obsesionado con la cantante.

Mariah, como debe hacer siempre una diva, mantuvo silencio, pero sus abogados anunciaron que buscaría una compensación de 50 millones de dólares por el mal rato que le había hecho pasar su exprometido. Packer se negó y puso a sus propios abogados en acción, aunque aceptó que la cantante se quedara con el megaanillo de compromiso. Unos días después, TMZ anunció que había tenido acceso al contrato prenupcial que Packer había ofrecido a Mariah, un documento que los representantes del “ruiseñor” consideraron “insultante y vulgar”. Aparentemente, la gota que rebasó el vaso de Mariah fue la siguiente cláusula: “James le pagará a Mariah, y Mariah debe aceptar, 6 millones de dólares por cada año completo de matrimonio con un máximo de 30 millones”, lo que significaría un promedio de 151 mil 385 dólares por semana. ¿Qué hace una mujer como la Carey con esa suma?
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¿Cómo podría sobrevivir? ¿Ha visto el clóset de sus zapatos en su cuenta de Instagram?

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