Video: Grace Kelly en la portada de COSAS

Este mes se cumplen noventa años del nacimiento de la actriz que conquistó la industria del cine y los corazones monegascos por igual, uno de los máximos íconos de estilo del siglo XX y protagonista de un cuento de hadas sin final feliz. Grace Kelly vivió intensamente, y de la misma manera es recordada en la actualidad.

Eran las diez y media de la mañana del lunes 13 de setiembre de 1982. La princesa Grace de Mónaco viajaba con su hija Estefanía, que entonces tenía diecisiete años, en su viejo Rover 3500 del 72. Según la versión oficial, el vehículo que conducía la esposa de Rainiero III cayó a un abismo de cuarenta metros de profundidad, y ambas quedaron aprisionadas mientras el automóvil ardía. Afortunadamente, un horticultor que transitaba por ahí al momento del accidente logró apagar las llamas con el extintor de su camioneta. La menor de los Grimaldi apenas sufrió contusiones leves. Quien no corrió igual suerte fue su madre. La mujer, de cincuenta y dos años, presentaba fracturas en el fémur derecho, la clavícula y las costillas. Su estado era grave, y empeoró con el transcurso de las horas, luego de sufrir una hemorragia cerebral. A las diez y media de la noche del martes 14 de setiembre, se apagó la segunda vida de Grace. La primera la había vivido como actriz. No obstante, ninguna fue el cuento de hadas que en aquella época encandiló al mundo.

UNA VIDA DE PELÍCULA

Grace Kelly nació el 12 de noviembre de 1929, en el seno de una adinerada familia católica de Filadelfia, Estados Unidos. Era la tercera hija de John B. Kelly –próspero empresario de la construcción de origen irlandés y ganador de tres medallas de oro en remo en los Juegos Olímpicos de Amberes y París– y Margaret Majer, modelo y destacada nadadora de ascendencia alemana. Criada en un hogar donde se rendía culto al esfuerzo, Grace desarrolló una personalidad introvertida, lo que propició constantes maltratos de parte de sus hermanos mayores, atletas de alto nivel. La joven no respondía a las expectativas de su exigente padre, y él no desaprovechó una sola oportunidad para hacérselo saber.