Nuestras diferencias políticas no son ideológicas: son cronológicas. El caviarismo es hijo del fujimorismo de los noventa. Nos movemos en ciclos. Hay un periodo para crear y uno para invertir.
Por Carlos Cabanillas
Algún historiador tendrá que bautizar el periodo 2001-2018 como una era de inusitado crecimiento económico y democracia. Una república que redistribuyó e incluyó a millones. Se formaron los gobiernos regionales y crecieron los programas sociales, desde los bonos hasta las becas. El flamante MIDIS canalizó la movilización social. Los nuevos ministerios de cultura y ambiente incluyeron a los pueblos originarios y la agenda ecológica.
Desde el lado político, la legislación avanzó en la lucha contra la discriminación, los crímenes de odio y la violencia contra la mujer. Paralelamente, se sentenció a Fujimori y a Montesinos. Y se crearon la CVR y el LUM. Ambas historizaron nuestro pasado violento y expiaron nuestras conciencias. Más allá de la corrupción interoceánica, fue una república promercado y proderechos. Es decir, una república liberal y caviar.
Ese liberalismo y ese caviarismo son hijos del fujimorismo de los noventa. No se trata de justificar las atrocidades de entonces, sino de comprender los ciclos históricos. Nuestras diferencias políticas no son ideológicas: son cronológicas. La gran mayoría de fujimoristas fueron antes velasquistas que creyeron en la redistri- bución manu militari. Es lógico. El ciclo se repite a su manera.
El padre crea riqueza y el hijo la invierte. La bonanza crea una nueva clase media –y una nueva izquierda– con demandas cada vez más cercanas al primer mundo. Y cuando al hijo le toque ser padre, se endurecerá. El tiempo será ese fuego que tiemple el acero. Y el ciclo se reiniciará.
Como dijo un poeta, volverse padre es pasar de ser oposición a ser gobierno. Y es que todos somos de derecha o de izquierda en algún momento de nuestras vidas. Hay un periodo para crear y uno para invertir.
El problema surge cuando queremos gastar el dinero que no tenemos. Cuando acumulamos con trafa y malgastamos a dedo. Cuando olvidamos de dónde venimos. Cuando no entendemos nuestro momento.
¿Y cuál es este momento en la historia? El proverbio es claro. Los tiempos difíciles crean hombres fuertes. Los hombres fuertes crean tiempos fáciles. Los tiempos fáciles crean hombres débiles. Los hombres débiles crean tiempos difíciles.
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