Cambian las reglas de juego de The World’s 50 Best, con importantes consecuencias para la restauración nacional.
Por Javier Masías @omnivorus.
De ahora en adelante, los restaurantes que pasen a ocupar el primer lugar se retirarán de la competencia. No, no es que cierren sus establecimientos; es que, por más que sigan funcionando, no se pueden considerar más para las votaciones de la academia. Un sector importante de la prensa señala que, puestas así las cosas, es difícil que la lista de los mejores restaurantes siga siendo tal si los mejores se autoeliminan con la victoria año tras año.
Esta es una de las críticas más feroces al nuevo sistema del The World’s 50 Best que, en un intento por otorgar mayor dinamismo a un resultado que se ha tornado hasta cierto punto predecible, opta además por publicar no solo los cien primeros lugares de una lista que ya es de 50, sino veinte más con un total de 120 mencionados en orden en su página oficial.
Si bien puede tener su bemoles y, claramente, pierde objetividad y sentido el título del premio, es interesante evaluar las consecuencias que esta lista tendrá en el futuro próximo. Primero, queda claro que, a menos que caiga un asteroide o una catástrofe igualmente impredecible arrase con el prestigio o la reputación del restaurante, Noma 2.0 será el próximo ganador.
Segundo, que, si antes había cierto nivel de incertidumbre frente a los resultados, ahora es seguro que Central ocupará el primer lugar, y es altamente probable que lo logre en los próximos cinco años. Tercero, que, si se entra en el juego, más vale salir por arriba que por debajo de la lista. Cuarto, que, pese a que el interés de esta ha disminuido para cierta parte del mundo gastro, se incrementa para otra. Y quinto, que, contrariando el ímpetu y las opiniones de una parte importante de la prensa internacional, la lista seguirá ahí, cuando menos unos años más.
Mientras tanto, hay que aplaudir el merecidísimo primer lugar de Mirazur, el restaurante de Mauro Colagreco, el primer latino en ocupar una posición que más de un peruano ha tentado y acariciado en el pasado con todo su esfuerzo y sin éxito. “No es la primera vez que voy al Perú”, me comentó cuando le pregunté a propósito de la firma de libros que tuvo lugar en Babel el sábado 13 de julio junto a Massimo Bottura, y de la cena en Astrid & Gastón esa misma noche con Alain Ducasse, Dabiz Muñoz y una importante delegación de chefs peruanos.
“Me gustaría encontrar a este país hermano tan lindo y tan querido, como las otras veces, con una gran cocina, con la alegría de la gente. Es un país con un potencial y unas ganas enormes de seguir colocando su cocina en el mundo. Me gustaría encontrar más jóvenes chefs pudiendo trabajar con sus propios restaurantes. Me gustaría conocerlos y ver lo que están haciendo quienes están detrás de Micha y Virgilio”.
Luego añadió: “A la gente que mira con interés nuestro trabajo, nos gustaría decirle que todo se puede, que si Mirazur llegó en trece años al primer puesto es porque siempre fuimos muy honestos con nuestra propuesta, creímos en nuestro sueño. Empezamos siendo tres en cocina, incluido yo, y hoy somos cincuenta, todo gracias a la fe en un sueño y al hecho de resistir en los momentos difíciles”.