Hablamos con Ana Paula Chávez Carrillo, psicóloga, psicoterapeuta y creadora del primer espacio digital dedicado a salud mental y psicoeducación en el Perú. En esta entrevista, la profesional explora los retos que ha enfrentado en su camino por desestigmatizar la salud mental y reflexiona sobre la importancia de acudir a terapia como clave para entendernos y conocernos mejor.
Por Arianna Gonzáles
Ana Paula Chávez comenzó en el mundo de las redes sociales cuando estas no acogían a la cantidad de bloggers que acogen hoy en día. En su perfil, compartía fotos y videos de su estilo de vida saludable y vegano, lo que la hizo acumular gran cantidad de seguidores. A la par, continuaba con sus estudios en Psicología en la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
Con el tiempo, se dio cuenta de la falta de plataformas en redes sociales que visibilicen y sensibilicen sobre salud mental, su propia experiencia vivida unida a la pasión por comunicar este tema la llevó a crear, en su cuenta de Instagram, el primer espacio digital dedicado a salud mental y psicoeducación en el Perú.
Desde 2018, cuando decidió comenzar a generar conversación entorno al tema, Ana Paula ha creado una comunidad de más de 41 mil seguidores, gracias a que no solo ofrece contenido de valor a través de publicaciones, sino también brinda sesiones personalizadas, talleres grupales e incluso dirige, junto a su colega Naomi Alvarez Solórzano, espacios educativos para formar estudiantes y profesionales de la salud mental en trabajo terapéutico orientado al trauma.
“Mientras más espacios y medios generen conversación respetuosa sobre este tema, mejor”, comenta Chávez en esta entrevista en la que revela detalles de su profesión, su trabajo en redes sociales y sus objetivos como nueva columnista de COSAS.
Ana Paula, comenzaste en el mundo de los bloggers desde hace muchos años, tenías antes un perfil dedicado a la difusión de veganismo, ¿Siempre tuviste claro que tu camino estaba en las redes sociales?
El inicio de la comunidad que tengo en redes sociales fue muy natural. Empezó por el tema del veganismo, pero fue transformándose porque también mi vida fue cambiando, diferentes prioridades aparecieron y me di cuenta que tenía la necesidad de conectar con algo más profundo. Ahí decido cambiar un poco el rubro de mi cuenta de Instagram, pensando en que ya tenía una comunidad formada sin querer.
Comencé el internado, ya estaba mucho más metida en temas de psicología, había iniciado mi propio proceso de psicoterapia y vivido en carne propia lo que implicaba. Por otro lado, me di cuenta que en redes yo no encontraba nada sobre salud mental y sentí que había un vacío de este tipo de creadores de contenido. Fue muy espontáneo. Nunca lo vi como “me quiero dedicar a las redes”, fue más orientado a “quiero empezar a compartir porque veo que hay mucho secreto alrededor del tema, mucho tabú” y eso fue lo que quería romper.
Así fuiste pionera, al menos en Perú, en hablar de salud mental en redes sociales y creaste el primer espacio digital dedicado a salud mental y psicoeducación en el Perú, ¿Qué retos encontraste en el camino al hablar de un tema que ha sido estigmatizado por años?
Fue un camino difícil porque yo mantenía una idea de “¿sabré lo suficiente para compartir?”, “¿será importante para otros lo que voy a decir?”. Ahí fue donde me di cuenta que más que necesitarse una explicación muy técnica o algo muy académico, las personas necesitaban un espacio donde identificarse. Datos, ideas, reflexiones que para mí eran mi día a día, para otros significaba muchísimo y les llegaba profundamente. Mucho de lo que comparto viene desde mi vida, mi historia con episodios depresivos, ansiedad social y una enfermedad oncológica a mis 14 años.
Entonces, me ayudó mucho reafirmar que sí, soy psicóloga, pero ante todo soy humana, y es este balance el que me ha ayudado a que mis seguidores enganchen, que les resuene lo que escribo y no solo vean en mi cuenta algo que podrían leer en cualquier manual o libro.
En cuanto a desafíos, hubo dos: el primero, el impacto a nivel de mi círculo personal, dado que comencé a compartir muchas cosas personales que nunca antes había contado. Hablar de depresión, ansiedad o sentirse mal hizo que muchas voces en determinado momento me cuestionaran el que compartiera tanto. Eso, más que detenerme, me impulsó a seguir y fue el motor para compartir, es precisamente por esas creencias que la gente se siente tan sola, porque no saben que otros se sienten igual, que tenemos esta vulnerabilidad compartida.
Otro reto fue que las personas que me seguían por el otro motivo (estilo de vida saludable) tomaran la decisión de seguir perteneciendo a mi comunidad. Hubo muchas personas que se fueron, pero también otras llegaron y eventualmente encontré mi espacio de nuevo. Sí, tomó tiempo, pero sentí que esto iba más allá de mí y que merecía la pena lo que sea que pasara con tal de abrirle la puerta a la visibilización del dolor y la resiliencia.
Además de tener sesiones de psicoterapia y compartir información en redes también das talleres que tocan temas que quizás son muchas veces invisibilizados como la pérdida de un ser querido, la alta sensibilidad de las personas, el duelo amoroso y la auto compasión, ¿de dónde nace esta necesidad de llegar a estas audiencias?
Fue en parte eso, sentir que muchos de esos temas eran muy tomados a la ligera, invisibilizados y rodeados de todas estas frases que repetimos y lo único que hacen es hacer que el estigma sea más grande y que la gente pida cada vez menos ayuda.
Los talleres fueron espontáneos y pensados en cómo llegar más allá del consultorio, en esas personas que están muy hambrientas de conocer, de educarse, de saber cómo acompañarse y acompañar a otros. Creo que mucha gente tiene ganas de respuestas, se cuestiona muchas cosas, y eso es muy bueno. Eso indica cambio. A raíz de los talleres he descubierto que hay tantos que están con disposición, apertura, actitud para el aprendizaje. Y también he descubierto en la enseñanza una pasión que no sabía que tenía.
Empecé a impartirlos porque considero que la psicología no puede quedarse en las sesiones uno a uno, creo que también hay un aspecto comunitario muy importante que se tiende a dejar de lado cuando uno es psicólogo clínico. Es acercar los recursos a cuantas personas se pueda y, gracias a la virtualidad y al trabajo remoto, más personas se han sumado a estas iniciativas. Más personas están recibiendo ayuda.
En los últimos años, sobre todo a raíz de la pandemia, se ha popularizado el tema de acudir a terapia. Sin embargo, hay muchas personas que aún se debaten entre sí están “lo suficiente mal para ir”. ¿Cuál es el momento ideal para acudir? ¿Cuál es tu mensaje para aquellas personas que aún dudan sobre si optar por este acompañamiento?
Es cierto que vivimos en un sistema que ha perpetuado esta idea de “o estás sano o estás enfermo”, pero en la mayoría de terapias actualizadas contemplamos que las personas estamos siempre en constante crecimiento, que tendemos hacia el bienestar y la salud.
En ese camino hay situaciones, momentos que nos cuestan trabajo, que nos pueden abrumar; a veces por experiencias tempranas en nuestra vida no terminamos de comprender lo que nos pasa, nos forzamos, nos exigimos. Eso no necesariamente se trata de un diagnóstico, pero sí se trata de una experiencia humana, normal, que desafortunadamente hemos empezado a mirar como algo que no deberíamos sentir ni vivir.
La terapia es, en realidad, un espacio de reconciliación con uno mismo, pudiendo sanar de cosas que a veces dejamos de lado. La terapia es tanto una ciencia, un tratamiento como un arte de relacionarnos con un otro. En la terapia no hay que obligatoriamente creer ni confiar. También damos espacio a la duda y proceder con cautela, pues uno sabe que cuando va a terapia se afrontarán verdades difíciles que jamás hemos verbalizado.
Finalmente, existe esta idea de que tenemos que estar “en crisis” para pedir ayuda. Cuando lo cierto es que la salud mental está entretejida en todos los ambientes de nuestra vida porque es nuestra identidad, nuestra personalidad, es qué sentimos, pensamos, hacemos. No necesitas llegar al límite para recibir ayuda, no necesitas que tu mente y cuerpo griten para escucharlos. Además, que recibas ayuda no significa que seas una persona débil que no pueda lidiar con sus cosas. Los seres humanos somos interdependientes: nos necesitamos a nosotros mismos, tanto como a otros. Sobrevivimos y prosperamos en comunidad.
Derribar el estigma comienza por decir: “¿Qué pienso yo de ir a terapia?”. He llegado a comprender que, en realidad, la gente aprende a volver a ser humano en consulta, comienza a normalizar lo que siente y piensa, a tratarse como humano más que como máquina o un problema a arreglar. En ese sentido, en terapia se reconecta mucho con la humanidad.
¿Qué quieres lograr con esta incursión como columnista en la versión digital de COSAS?
Quisiera aprovechar esta plataforma para seguir concientizando y compartiendo desde el corazón y la evidencia, llegar a más personas al comunicar y sensibilizar sobre temas tan relevantes, que tienen que ver con la salud y con la vida misma.
No quisiera que sea muy académico ni técnico, si bien es cierto hay información y datos certeros que son importantes, mi forma de escribir siempre será dirigirme al lector de manera cercana, con la esperanza de que se sienta acompañado, visto y comprendido.
Quiero que encuentren un espacio seguro, una conversación interesante que les lleve a buscar más en su interior desde la curiosidad, a investigar o tal vez unas palabras acogedoras, todo esto aquí en la web, donde agradezco tener la oportunidad de poder amplificar esta información.
Está dirigido a todas las personas que quieran entender un poquito más sobre salud mental, no solo enfocado en la mente y lo que sentimos, sino también lo que ocurre con el cuerpo y cerebro, porque ese es mi enfoque: mente y cuerpo como unidad. Me gustaría comenzar a hablar más sobre cómo nuestras experiencias se procesan y habitan en nuestro sistema, manteniendo un enfoque culturalmente sensible e informado en trauma, que nos permita conocer cómo apoyarnos y apoyar a otros.
Me encuentro deseosa de crear una columna cálida para quienes deseen conectar, y pues, si este es el primer acercamiento al ámbito de salud mental para algunos, deseo que represente una bienvenida muy respetuosa y amable con sus historias.
Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales.