Tanto para tratar alguna dificultad como para disminuir la carga emocional o potenciar el desarrollo personal, ir a terapia es casi siempre un gran hito en la historia de las personas. Por eso, es importante conocer el rol vital del terapeuta, la incomodidad natural de revisarnos y sanar, y el sinuoso y complejo camino hacia el cambio.
Por Ana Paula Chávez (@anapaulachavezc)
La palabra terapia ha cobrado distintos significados en mi vida. En mi tiempo como paciente, la terapia representó un lugar en el que me sentía totalmente expuesta e incómoda, reacia a colaborar, temerosa; otras veces, se convirtió en el único lugar seguro donde podía ser yo, sin vergüenza y sin culpa.
Con el tiempo y la confianza construida, la consulta con mi psicóloga se convirtió en una burbuja especial en la que me descubría y revelaba partes de mi historia que jamás hubiera pensado aceptar. He tenido la fortuna de ser acompañada por dos excelentes profesionales que supieron sintonizar con lo que necesitaba en ese momento. El impacto que la terapia tiene en mí lo llevaré para toda la vida y es por eso que la recomiendo con pasión.
Años después, habiendo transformado muchos aspectos de mi vida, terminé del otro lado del sillón. Descubrí que la profesión de un terapeuta se trata de ser un compasivo y empático testigo de un otro. No venimos a “arreglar” a nadie, sino a ser embajadores de la esperanza para quienes han perdido esas ganas, la dirección o la ilusión. He tenido la fortuna de acompañar a personas sumamente valientes que me enseñan día a día sobre la vida.
Desde ambos roles me he sentido enojada, sorprendida, movilizada, esperanzada, triste, ansiosa, sobrecogida y conmovida. En estos 8 años de recibir psicoterapia y 5 años de ejercerla, estas son algunas cosas cruciales que he aprendido y me hubiera gustado saber mucho tiempo atrás.
1. Nos mintieron: ir a terapia sí es completamente normal
Crecí con la idea de que debía evitar compartir mis sentimientos desagradables y mi dolor. Recuerdo lo raro que sonó para mi familia la primera vez que expresé que quería buscar ayuda. Sentí miedo y un poco de culpa de lo que podía generar en ellos. Aún sin el completo entendimiento de lo que yo buscaba sanar, tuve el privilegio de acceder al apoyo. El camino inicial en terapia se siente solitario porque solo tú sabes lo que has pasado y lo que vas a desempacar.
Lo cierto es que la necesidad de hablar de nuestras luchas es algo muy humano. No es vergonzoso ni débil. Todos lidiamos con algún momento complicado a lo largo de nuestra vida y tal vez lo que más recordamos son aquellas personas que nos supieron calmar y sostener en medio de la tempestad.
Por eso, buscar a alguien que acompañe nuestro dolor es sanador y necesario, aún más poder encontrarlo en un espacio donde las partes más vulnerables de uno mismo son bienvenidas. La terapia es normal, principalmente porque nuestra naturaleza nos pide sanar con otros, no en completa soledad.
2. Encontrar un terapeuta con quien conectar es esencial
La investigación muestra que es la calidad de la relación terapéutica lo que determina el éxito terapéutico general. Sanar implica armar lazos significativos con otros y el que mantenemos con nuestro terapeuta es crucial.
Algunos creen que ir a terapia implica que alguien más controle o se “entrometa” en nuestros asuntos. Es un error pensar que tu terapeuta te dice qué hacer. La función del terapeuta es la de un guía, un “compañero” que interviene desde las preguntas, las sugerencias, los silencios y las construcciones. Tú eres dueño de tu proceso y quien en última instancia decidirá qué hacer con todo.
Por otro lado, muchos abandonan el tratamiento por la forma en que han sido tratados, por falta de seguridad o incluso de respeto a la historia que han vivido. Estas desafortunadas circunstancias no son pocas y, contrario a lo que se creería, el primer esfuerzo de conexión le corresponde enteramente al terapeuta. El profesional reconoce lo difícil que es confiar a ciegas en quien esencialmente es un extraño y debe trabajar activamente por conocerte y, sobre todo, dejarse conocer por ti.
Así, buscar un terapeuta es como tener una cita: básicamente estás conociendo a alguien para determinar si es confiable para contar en comodidad todas tus vulnerabilidades y aun así sentirte aceptado. También es como buscar un lugar para vivir, es posible que no sepas que encaja bien hasta que lo pruebas, entras en el espacio y pasas un tiempo ahí. Y así hasta encontrar a quien sí responde a lo que estás necesitando.
3. La terapia puede generarte malestar
Es posible que hayas escuchado que “se pone peor, antes de que mejore”. La terapia parece tener un comienzo un poco accidentado, en donde a medida que nos acostumbramos a la presencia y función del terapeuta en nuestras vidas, vamos también desenredando nuestros temas, nos hacemos preguntas, aprendemos, nos movilizamos. Esto podría causarnos distintas emociones, completamente naturales al estar prestando atención a algo que nunca hemos mirado.
Despierta mucho miedo conectar y atravesar lo que por tanto tiempo evadimos y negamos. Pero el costo de no recibir ayuda profesional al menos alguna vez, sobre todo si tenemos la oportunidad de hacerlo, es grande. Uno va a terapia a incomodarse, a remover, a desfogar, a trabajar, a renegar, a procesar, a integrar. A terapia no van solo los “valientes” tal y como entendemos el término, van todos los que en medio de esa ansiedad, miedo, duelo y desesperanza se hacen cargo de la huella que la vida les ha dejado.
El dolor propio del proceso terapéutico debe ser un dolor llevadero, jamás una tortura insoportable. La terapia no debería dejarte sintiendo indefenso y sin herramientas frente al gran monstruo de tu pasado y la mochila que hoy cargas. Todo lo contrario, la terapia te devuelve la capacidad de elegir qué quieres hacer al confrontar las verdades de tu vida. La terapia es el espacio donde uno mismo aprende a salvarse.
4. El cambio es un proceso continuo
Quieres sentirte mejor, por eso viniste a terapia. Así como tus dificultades no aparecieron de la noche a la mañana, tampoco se resolverán de la noche a la mañana. Es normal sentirte frustrado o experimentar contratiempos. Es importante ser paciente contigo mismo mientras aprendes y cambias tus pensamientos, comportamientos y patrones. Solo recuerda confiar en que cada paso del proceso suma.
Te adelanto que el cambio que verás no implica que seas una “mejor versión” de ti mismo. De hecho, probablemente empieces con la idea de que sanar significa cambiar muchas cosas de ti y te sorprenderá que lo que en realidad te tocará es amistarte y acoger a aquellas partes que te desagradan de ti mismo con compasión, entendimiento y libertad.
Finalmente, aún con años de trabajo personal, la vida te va a seguir ocurriendo. La terapia no crea seres perfectos. Y es que nada borra nuestra humanidad y para mí esa es una gran noticia. En definitiva, en terapia no acompañamos problemas, acompañamos personas.
“Cuidar de otro individuo significa conocer y experimentar al otro lo más plenamente posible”. (Irvin D. Yalom, 2001)
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